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La cultura política de la indiferencia

crónica de una carcel mental en el Perú

"Espero que los jovenes recuperen la capacidad de indignación"

Alberto Flores Galindo

Publicado: 2020-11-17


Hace exactamente 30 años Flores Galindo en su agonía, diirgía así, a sus contemporaneos y a las futuras generaciones, un mensaje de esperanza de cambio, con la calma que produce la cercanía de la muerte. Tal vez el maestro veía que la caída del muro podría hacer más fuente el desencanto y contemplaba el inicio de la cacosmia cultural que nos afecta hasta ahora. En ese tiempo, era un joven de 22 años como Jack Pintado y, como muchos limeños, ajeno al sentir de nuestro pueblo que vivía la violencia en las regiones más apartadas del Perú. Las distancias geograficas y mentales puestas por mi educación, me hacía sentir lo vivido por esos pueblos tan distante y tan otro como si fuera en otro planeta. Tal vez su amor por la ecología y su trabajo en distintas partes le hizo sentir a Jack, más cercano el pueblo peruano. El tener al alcance la información hizo que aumentesu capacidad de indignación Quiero pensar que a su edad, a mi más me preocupaba que vuelva sano y salvo mi padre de trabajar y que no se perturbe mi modesta vida, esa era mi principal preocupación. Pero como decía Hannah Arendt, entender no es justificar.Simplemene explico como poco a poco fue actuando esta cárcel mental, adornada de vergel . Como muchos de mi generación, la prensa me recordaba solo un lado de la violencia, esos abominables indios que no nos dejaban vivir en paz.Mis miedos y rencores aumentaban cuando llegaba a la universidad y, cuando mi holgazanería me dejaba, quería escuchar clase en las aulas de San Marcos, desagradablemente atiborradas de mensajes políticos. Yo vivía un mundo aparte.Segun yo no quería saber nada de política, desengañado del partido de la estrella que desde niño había admirado. A los 13 años había leido el Libro Rojo de Haya de la Torre. Me conmovió el acapite de la masacre de Chanchan y la reinvención histórica de ésta hecha por el aprismo. Para mi no tenían nada en común esas luchas y los acontecimientos recientes. Los comunistas eran agitadores profesionales, eso no tenía nada que ver con el pueblo, con la miseria, con el hambre. Además del emerretismo y senderismo, todas las huelgas y movimientos sociales me eran indiferentes. Las violaciones de derechos humanos no me interesaban. El paquetazo de Salinas papa me había conmovido más por el claro declive económico de mi familia, que las muertes en Accomarca o en los penales. No lo sabía, pero poco a poco la violencia y el carcelero habían llegado juntos a mi hogar, dentro de un TV b/n marca Phillips. Poco faltó para que mi padre muera en un bombazo en el banco de la esquina, y solo en ese momento pense en lo que ocurría por aquí, eso cerro la puerta de mi celda. Tito tenía razón, como muchos jovenes había perdido la capacidad de indignación, esa era mi cultura política, la indiferencia, sin saberlo me habían neutralizado, violentamente me habían arrancado el corazón con una tenaza cultural. Como alumno de la especialidad de historia yo quería escuchar las grandes historias de héroes y batallas que me habían conmovido como escolar en el centenario de la Guerra del Pacífico.¿ Cuantos casos de corrupción conocía de esos tiempos? Seguro Jack Pintado conocía más de esa putrida historia, que nuestra generación desconocía. Los guardianes de la historia oficial se habían encargado de eso.

¿Cuantas marchas se hicieron por las víctimas de las masacres en Lucanamarca o en los penales? Un dia como cualquier otro entrando a la Universidad, veo soldados armados de baldes de pintura , yo lo celebraba, no sabía que ya me habían pintado a mi de amarillo por dentro. Pero eso sí, el acontecimiento de Tarata conmovió mi corazón por un momento corto, volviendo pronto a mi cultura de la indiferencia. Los senderistas pudieron destrozar en pedazos ese Perú ajeno, pero esto era demasiado cerca, o al menos me lo hicieron sentir así. Eran 27 peruanos, limeños las victimas, no eran 27 mil como en Ayacucho, en Huancavelica, tierra de parias. Tenía 24 años , como Inti Sotelo, cuando se dio el autogolpe del 5 de abril, no había cuarentena, pero si tanques en las calles, parecía un escenario de guerra. Jovenes como Inti hubieran estado al pie del tanque, yo estaba al pie de mi cama. Miles de detenidos mientras hacía mis tareas de la Universidad. Ya era hora de detener el horror, cueste lo que cueste,ahí bien lejitos. Convivir con las AKM en los techos de San Marcos me atemorizaba, pero en mi barrio no había rastrillajes, ni victimas de violación ni desaparecidos,en suma, no habían costos sociales. Ya son varias décadas desde que entre a San Marcos y vi desde la mampara de la Facultad de Letras entrar a Fujimori. Todos los días, después de ese día, yo y mi cultura politica de la indiferencia retornabamos sanos y salvos a casa. Muchos, como Inti y Jack, nunca más.


Escrito por

JUAN JOSÉ RODRIGUEZ DÍAZ

Profesor e Investigador de historia autor de varios articulos sobre la Guerra del Pacífico entre otros,


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